Los árboles australianos de madreselva crecen en forma de arbusto o de árbol, siendo la característica más destacada las espigas de flores de color amarillo, naranja o rojo y sus frutos muy curiosos y exóticos, los cuales se agrupan juntos en conos que recuerdan a las piñas de las coníferas, pero sin serlo realmente.
Muchos de sus frutos no se abren hasta que no se hayan quemado o estén completamente secos como estrategia para resistir los incendios. Por el contrario, fuegos demasiado recurrentes pueden reducir seriamente su población y matar a las plantas más jóvenes que han germinado en un fuego anterior.